miércoles, 20 de abril de 2011

EL ESPIRITU DE MI COLMENA

El espíritu de la colmena


El olor de la lluvia y la hierba fresca me han llevado a Erice. A su mundo de misterios. Esta tarde he vuelto a ver la película, y como cada vez, he viajado a aquel lugar. Será porque Ana me recuerda demasiado a mí cuando era chica, con ese pelo corto y los ojos grandes, asombrados, inocentes, esos ojos que desde bien pronto pueden ver y sentir lo que está escondido, lo que no se muestra, los espíritus que vagan constantemente, y acompañan, y que a veces hablan. Ana la niña que descubre. Esa niña que no habla y se pregunta, que escucha silenciosa y sabe que la verdad no está en las palabras, que todos guardamos algo, algo que ni tan siquiera sabemos que nos pertenece, algo que nos mueve y nos lleva a lugares que no imaginamos. Ana mira y aprende. Y le busca en las vías, y en el pozo, y en la casa abandonada...y un día ahí estaba, esperándola. Al principio él también teme, desconfiado animal herido, pero se da cuenta, que tras el agujero sólo están los enormes y curiosos ojos de una niña. Esa niña que sabe que está ahí precisamente para eso, para encontrarlo, para quitarle las vendas, para abrigarlo, sin decir una palabra, no hacen falta las palabras. Y así pasan los días, unidos por un invisible hilo rojo, la pequeña y el hombre. Pero hay vínculos mágicos que este mundo no tolera, y una mañana, Ana bebe su tazón de leche y escucha una música y, en ese preciso instante, sabe ya que él ha desaparecido, para siempre. Corre y corre, y al llegar sólo queda un resto de sangre y entonces huye, escapa de una realidad que no comprende, vaga en busca de un lugar donde las personas no desaparecen, donde uno se siente seguro, donde nada malo puede ocurrirle. Pero está cansada, y sola, y al llegar al río aparece, su monstruo aparece, se acerca por la espalda, la toca, despacio, y al mirarlo, al mirarlo fijamente ya sin miedo, se da cuenta que él siempre estuvo y estará a su lado, que nunca quiso hacerle daño, que ese monstruo, su querido monstruo, sólo estaba tan asustado como ella.



*

No hay comentarios: