jueves, 3 de enero de 2013

IRLANDA Y LOS FENÓMENOS CENESTÉSICOS






Del pueblo estas vacaciones me he traído "El sueño del celta" y una caja de películas de Robert Mitchun. Ha sido un préstamo de mi madre. Todo debía ir junto, pues era preciso según ella ver detenidamente La hija de Ryan a la vez que se leían los capítulos irlandeses del libro. Mi madre dice tener el alma en Connemara. Somos una familia con el vicio de la ensoñación, y es por eso que ella, que es en realidad casi pasiega,  se empeñó un día en explicar y convencernos de que sus antepasados eran celtas. Y allá que fuimos a Irlanda, los cuatro, era el mejor motivo para juntarnos y encontrar en aquellas tierras algún vestigio del genotipo originario que corre por nuestras venas. Fue un viaje diría casi de iniciación, todos en un cochecito con el volante al otro lado, recorriendo a toda velocidad los caminos de la costa del mar del Norte, en busca de acantilados, campos llenos de ovejas y pueblecitos como decorados de teatro y ya parecía que no veríamos a los ancestros cuando mi madre en un ay!, dijo "para hijo aquí, para el coche" y salió casi corriendo y la perdimos de vista casi una hora. Llovía, pero entre los prados verdes apareció feliz. Estaban justo ahí. Y para siempre.

Nota: El libro comienza en El Congo, y merecen la pena las descripciones de Roger Casement acerca de lo que vieron sus ojos cuando trabajaba como cónsul belga bajo el mandato de Leopoldo II a finales del siglo XIX. El tiempo a veces no pasa. Y el ser humano parece no aprender absolutamente nada.

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