Llego a casa cansada y dolorida tras una dura noche de trabajo. Además del sueño, vuelvo con el cuerpo cambiado y el día me parece aún más frío, y gris, y espeso. Por eso saben aún mejor el café caliente, sofá y manta, galletas y chocolate. Poco a poco voy recuperando color y forma, y traigo algunas de las fotos del fin de semana, esos colores maravillosos y texturas que hacen de la naturaleza la mayor de todas las obras de arte posibles. Ir aprendiendo a mirar y detenerse en los líquenes, el musgo, las ramas sinuosas, un tiempo infinito para recrearse en los detalles y disfrutar del bosque como un alimento nutricio, indispensable para afrontar una semana de obligaciones y asfalto.
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