domingo, 9 de diciembre de 2012

PARAISOS EN UN SALÓN








Soy inconstante, y me dejo llevar fácilmente por la emoción del instante, destellos de otros que se impregnan, se absorben, se incrustan hasta quedarse ahí, pegados a las entretelas. De todos esos retazos estoy hecha y ayer, volvieron a aflorar los colores, los paraísos lejanos, la naturaleza, la armonía y la curiosidad por esos pueblos y esos hombres. Paul Gauguin buscaba otros mundos y murió borracho. Pero enseñó a Europa la riqueza escondida en la piel y los árboles, las miradas y el agua fresca. 

"Entonces, Paul recordó que, en aquel invierno durísimo de hacía dieciocho años, cuando pegaba carteles en las estaciones de ferrocarril de París, el azar puso en sus manos un librito que encontró, olvidado o arrjado allí por su dueño, en una silla de un cafetín contiguo a la Gare de L´Est donde se sentaba a tomar un ajenjo al término de su jornada. Su autor era un turco, el artista, filósofo, y teólogo Mani Velibi-Zadi, que, en ese ensayo, había trenzado sus tres vocaciones. El color, según él, expresaba algo más recóndito y subjetivo que el mundo natural. Era manifestación de la sensibilidad, las creencias y las fantasías humanas. En la valoración y el uso de los colores se volcaba la espiritualidad de una época, los ángeles y demonios de las personas. Por eso los artistas auténticos no debían sentirse esclavizados por el mimetismo pictórico frente al mundo natural: bosque verde, cielo azul, mar gris, nube blanca. Su obligación era usar los colores de acuerdo a urgencias íntimas o al simple capricho personal"

El Paraíso en la otra esquina. Mario Vargas Llosa



1 comentario:

Marta Sanuy dijo...

Lo que te decía esta mañana. ¡Qué rica compañía! Y que bien visto todo.