jueves, 25 de octubre de 2012

EL DÍA QUE DESCUBRÍ A FERNANDO ZÓBEL








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Fuimos a Cuenca a pasar unos días/deseado viaje en mi cabeza. Soy tan del prado y de lo verde que adoro las pequeñas ciudades de piedra castellana y los campos amarillos inmensos, el olor del romero, la mejorama, los dulces, la miel y todos esos cielos. Entre tanto secano encuentro siempre un estado de ánimo volátil, atento, sensible al más mínimo cambio de tonalidad o de peralte. Ese estado colgado y abierto a lo imposible, igual que esas casas de la ciudad pendientes de un hilo, como si cierta magia arquitectónica las hubiera colocado vigilantes y retadoras  a cualquier física cuerda.
Y ahí  estaba el espíritu de Zóbel, sus obras y un delicioso cuaderno personal de citas y dibujos que me dejó petrificada y enamorada, de tanta sencillez en lo complejo, de tanta delicadeza:

  "Mi pintura siempre ha sido tranquila. Busco el orden en todo lo que me rodea. En el orden, en el sentido más amplio de la palabra, busco la razón de la belleza."

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