viernes, 29 de abril de 2011

IMPULSOS PRESTADOS PARA UN DEVENIR MEJOR



Me senté un rato al salir del análisis en la terraza del Miguel Ángel. Me gusta sentarme allí a esa hora de la tarde, cuando aún hay un poco de sol, y sentir hacia dónde he viajado, mirar desde mi silla a la gente que pasea, gente ajena, historias, gente, y tomarme una cerveza o un café. Ayer estaba leyendo a Kureishi y cuando volvía a casa caminando por la calle Zurbano, me dio por pensar que algo, cualquier forma de expresión artística, debe de ser buena cuando te impulsa al acto. Cuando lees y lo que más ganas tienes es de llegar a casa para ponerte a escribir, cuando se dispara la fantasía y mientras miras unos cuadros de inmediato estás ansioso por coger tus pinturas y llenar de color las hojas del block o en el cine alguien nada en una piscina -me ocurre siempre que veo Azul- y deseas estar sintiendo el olor del cloro y el placer ingrávido de tu cuerpo dentro del agua. Algo debe de ser bueno cuando moviliza tanto el deseo. Tiene que ser bueno. Eso pensaba.

Y hoy me pongo a leer un artículo de Vila-Matas en el País acerca de Néstor Sánchez, el más extraño y misterioso de todos los escritores argentinos, y comienza: "Leí la novela Nosotros dos a finales de los sesenta en una edición de Seix Barral que me animó a tratar de escribir mi primer relato. ¿Será verdad que en el fondo la mejor literatura es aquella que mueve a crear? Sea como fuere, Nosotros dos fue un libro decisivo para mí; tenía la cadencia del tango y de hecho resultaba algo muy parecido a un tango, del mismo modo que Siberia Blues (1967), la siguiente novela de Sánchez, no era un libro sobre jazz, sino lo más parecido que ha existido nunca al jazz."

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