jueves, 7 de febrero de 2008

UN CUARTO PROPIO


Es maravilloso como encontramos a veces un libro que, en medio de toda esa maraña de pensamientos que lleva una consigo, insignificantes, que no tienen nombre de tan pequeños, que de pronto no sólo nos comprende, sino que nos explica, nos ordena, nos reconoce. Es así como me encuentro yo ahora, tan presente en este siglo 21 en un librito, más bien una conferencia, escrita por Virginia Woolf a principios ya del siglo pasado.



Hoy Virginia me habla de lo importante de la independencia y la solvencia económica para el desarrollo intelectual y creativo, para formar y tomar parte activa como mujeres, que tienen (tenemos) mucho que decir, en una sociedad tantas veces incomprensible y estúpida...
Y a mí me viene a la cabeza mi abuelo.
Ese extraño y peculiar agricultor, enamorado de la aventura, viajero incansable, vividor y conocedor en primera persona, él solo, de todos los grandes espectáculos y personajes de su tiempo, derrochador y obtuso, que envió a mi madre "a la costura" cuando ella soñaba con ser locutora de radio.
Ese hombre que ahora se emociona (y me emociona) y le resbalan la lágrimas, cuando voy al pueblo (yo, la única de sus veinte nietos que tiene estudios universitarios) y entre beso y beso, le doy unos remedios para su rodilla y le digo con mucho amor (porque es el mucho amor el que más cura) "tiene que dar paseos abuelo"...
Ese hombre que ahora, me talla hermosas jardineras de madera, me recoge nueces o me prepara miel (Para que no me falten...).
Ese hombre que al cumplir mi hermano pequeño 18 años le pagó el carnet de conducir y cuando le dije "abuelo, ¿y a mí? que yo también lo necesito", me contestó: "No, tú no, déjate de tonterías, que tú para eso no vales".

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